Theodore De Bry (1528 - 1598)


Theodore de Bry nació en una familia protestante acomodada en Lieja, donde se formó como orfebre y grabador. En 1570, se vio obligado a huir de los Países Bajos debido a la persecución religiosa. Se fue a Estrasburgo, de Bry fue a Inglaterra en 1586 donde hizo algunos de sus grabados más famosos. De regreso en Alemania, la familia de De Bry abrió un negocio de publicación en Frankfurt. De Bry regresó allí en 1589 y se ilustra en diez volúmenes de libros de viajes de América que se publicaron entre 1590 y 1618. Él también creó grabados retratos de hombres famosos, muchos otros la ilustración de libros y grabados, y los diseños de la joyería y orfebrería. (Grabado tomado de: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Theodor_de_Bry.png.
Varios de los grabados de De Bry son utilizados actualmente, con mucha frecuencia, en libros, revistas y anuncios para ilustrar la época antigua.

BENJAMIN DE LA FAMILIA


Cerca de la conocida misión de Pevas y en un afluente del Putumayo, llamado apropiadamente “rio de los Yahuas”, se encontraban las aldeas de San José y Santa María, habitadas por el pueblo de los Yahuas, que a fines del siglo XIX contaban apenas con 100 individuos. Cultivaban la coca en pequeñas escala y mascaban sus hojas de manera similar a los Quichuas andinos, circunstancia constantemente relievada por los Yahuas para reclamar erróneamente su origen andino. Los Yahuas de ambos sexos se rapaban la cabeza y tenían como distintivo los brazaletes hechos de hojas de palma. En el grabado, el hombre descansa en su hamaca y juega con su bebé, mientras la mujer se dedica a las labores de cocina (Grabado tomado de Paul Marcoy, Voyage de l´Océan Pacifique a l´Océan Atlantique, a travérs l´Amérique du Sud, Le Tour du Monde, 1866) Texto: Ernesto Salazar.

LA GRAN PRUEBA


George Catlin (1796-1872) es sin duda uno de los más grandes exploradores del Oeste Americano. A sus numerosos trabajos etnográficos, añadió otro talento, la pintura, que le permitió llegar a la posteridad numerosos cuadros y dibujos de la vida indígena norteamericana antes del avance de la cultura accidental. En 1832 visitó por dos ocasiones la última aldea de los Mandan (2000-3000 habitantes), en la orilla izquierda del rio Missouri. Allí presenció la Okipa, sangrienta ceremonia de iniciación de los jóvenes guerreros en la edad adulta, durante la cual eran sometidos a diversas torturas que culminaban en la suspensión de sus cuerpos de la techumbre de la Gran Cabaña con gruesas cuerdas de cuero anudadas a los músculos del pecho o la espalda. Catlin pudo observar a algunos Mandan con múltiples cicatrices, prueba de haber sido sometidos varias veces al suplicio, y no faltaron otros que habían sufrido hasta la amputación de sus dedos para hacer más meritorio su compromiso con el ritual (Grabado tomado de George Catlin, Excursions parmi les tribus indiennes des bassins de la Colombia el du Haut Missouri, Le Tour du Monde, 1869) Texto: Ernesto Salazar.

LA APACHITA



La palabra apachita significa en kichwa lugar de parada o reposo. En general se las encontraba en los pasos de la cordillera y se las reconocía por los amontonamientos de piedras pequeñas arrojadas por los chasquis, los arrieros o los caminantes, en tributo de gratitud a Pachacamac, por haberles facilitado un transito feliz por las montañas. Garcilaso y Polo de Ondegardo señalan que se dejaban también como ofrendas bolas de coca, palos, tierra, sandalias viejas y plumas. Con el paso del tiempo, puñados de piedrecitas y otros objetos se convirtieron en pirámides de 2 a 3 metros de altura. En un intento de cristalizar estos monumentos, el Concilio Provincial de Lima (1567) ordenó a los sacerdotes desmantelarlos y plantar cruces en su lugar, lo que no ha evitado que aun hoy sigan creciendo las apachitas, a veces adornadas hasta con flores. En el Ecuador es muy conocida la apachita de las Tres Cruces, en el Nudo del Azuay (grabado tomado de Paul Marcoy, Voyage de l´Oceán Atlantique, a travérs l`Amérique du Sud. Le Tour du monde, 1862) Texto: Ernesto Salazar.

BALSA DE LOS ANTIS




Utilizada por los Antis (Campas) de las estribaciones orientales de los Andes peruanos (Gran Pajanal y Pampa del Sacramento), esta embarcación surcaba frecuentemente los afluentes pequeños del río Quillabamba – Santa Ana. Cargada del menaje más variado, incluyendo animales selváticos (hocos, paujíes, penélopes, tucanes, aras, loros, y monos), la travesía en esta balsa solía ser muy animada. Los remeros salpicaban constantemente entre las aves un coro discordante que enloquecía a los monos. En horas de calma no era extraño ver a un remero descansando mientras los monos se agrupaban en trono a su cabeza para extraerle los piojos que le servían de alimento. (Grabado tomado de Paul Marcoy, Voyage de l´Oceán Atlantique, a travérs l`Amérique du Sud. Le Tour du monde, 1864) Texto: Ernesto Salazar.

INDIO GUANERO DE LAS ISLAS CHINCHA











De todos los depósitos de guano del Perú, los de las islas de Chincha son los más famosos por su rico contenido de amoníaco y fosfato, elementos indispensables de un buen abono. El guano de las islas Chincha, formado a lo largo de milenios por las aves marinas, constituye verdaderos sedimentos geológicos de 20, 30 o más metros de altura, explotados en gran escala para el comercio internacional. El olor penetrante de este guano mineral hace la estadía en las islas casi imposible, y el trabajo en las “guaneras” intolerable. De allí que sea digno de admiración el trabajo de la colonia china de las islas, a la que se ha sumado el flujo de migrantes campesinos de Bolivia (Grabado tomado de M. Boussingault, Sur les gisements de guano Dans les ilots el sur les cote de l`Océan Pacifique, Le Tour du Monde, 1868) Texto: Ernesto Salazar.


SOLDADO Y LA RABONA











Los ejércitos de la independencia, lejos de tener la elegancia y el garbo de los europeos, estaban conformados por elementos de tropa mal vestidos y mal alimentados. En sus marchas, el ejército iba acompañado invariablemente de un grupo de mujeres, generalmente las esposas o las amantes de los soldados, llevando a cuentas la ropa, el menaje de casa y hasta las armas de los combatientes, Llamadas “rabonas” en el Perú y “guarichas” en el Ecuador, estas mujeres recogían leña, cocinaban, lavaban la ropa y hasta brindaban el calor de hogar a los reclutas de los ejércitos libertadores. Nunca fueron reconocidas oficialmente; pero nadie puede negar que las guarichas escribieron las páginas silenciosas de las gesta libertaria (Grabado tomado de Paul Marcoy, Voyage de l`Océan Pacifique a l´Oceán Atlantique, a travérs l`Amérique du Sud. Le Tour du monde, 1864) Texto: Ernesto Salazar.

INDIOS CHUROYES









Los llanos orientales de Colombia conforman una inmensa planicie de 250.000 km2 habitada por numerosos grupos nómadas y horticultores. En 1875-76, E. André visitó brevemente a los Churoyes que ocupaban el territorio entre el Ariari y el Meta. Dedicados a la caza y la pesca, y sobre todo al intercambio comercial, Los Churoyes eran conocidos por la manufactura de hamacas o chinchorros. El Chinchorro es una red de cuerdas trenzadas, hechas de varias fibras, particularmente de cabuya (Fourcroya longeva), morete (Mauriti flexuosa) y chambira (Astrocaryum chambira), lavadas secadas y luego amarradas para darles mayor fortaleza. Los Churoyes hacían dos tipos de chinchorros, uno ordinario, como una red de pesca de malla corta, y otro de “lujo”, de mejor calidad y teñido de violeta y amarillo. A veces las mujeres adornaban los filos de los chinchorros de sus hijos con plumas de aves (Grabado tomado de Edouard André, L´Amérique Equinoxiale: Colombie, Equateur, Perou, Le Tour du Monde, 1878) Texto de: Ernesto Salazar.

INDIOS CONIBOS









A fines del siglo XVII los Conibos habitaban la mayor parte de los afluentes del río Ucayali en el Perú, en su margen izquierdo. Aunque la selva les proveía de comida abundante, tenían predilección obsesiva por las tortugas de río, atrapadas periódicamente en verdaderas carnicerías del quelonio, cuyo aceite era intercambiado en las misiones de Sarayacu y Tierra Blanca. A las guerras incesantes que mantuvieron en los siglos XVII con los Cachobos, Remos y Amahuacas, siguió una necesaria, incentivada por la disminución de su población y el contacto con la civilización occidental. La coquetería era una cualidad exclusiva de los hombres que pasaban largas horas adornándose la cara y el cuerpo con complicados arabescos pintados con achiote (Bixa orellana) y huituc (Genipa americana). De ordinario, vestían una bata larga de algodón, adornada en el filo interior con diseños geométricos pintados, a manera de una franja bordada (grabado tomado de Paul Marcoy, Voyage de l`Océan Pacifique a l´Oceán Atlantique, a travérs l`Amérique du Sud. Le Tour du monde, 1864) Texto: Ernesto Salazar.

LA CAZA DE BISONTE









Cazado desde tiempos prehistóricos, el bisonte o búfalo constituyó el núcleo de la vida de las tribus de las llanuras. La carne, secada al sol o al fuego, servía de alimento hasta en tiempos de invierno, y la piel curtida – conservando su pelaje- servía de vestimenta, de lecho y de frazada, y hasta de cobertura de las tiendas indias. Por lo general, se le cazaba con lanzas y flechas, rodeando pequeños rebaños, o provocando estampidas de manadas hacia un pantano o un precipicio. Cuando adquirieron el caballo, los cazadores iban tras el bisonte siguiendo la dirección del viento para no ser detectados por este y atacándole por los flancos con lanzas y flechas. Posteriormente, las armas de fuego permitirían a los cazadores acercarse silenciosamente a los animales y dispararles mientras se alimentaban. El hábitat del bisonte era las grandes llanuras de Norteamérica. Aunque fueron matados indiscriminadamente por los indios, el bisonte fue casi extinguido por el hombre blanco, que lo cazaba por deporte y como estrategia de guerra. Sólo en 1871, fueron muertos por puro placer más de 16.000 bisontes en las llanuras de Kansas y Colorado. Absolutamente diezmado, hoy el bisonte es una especie protegida por el gobierno norteamericano (Grabado tomado de L.Simonin, Le Far-WEST americain, Le Tour du monde, 1864) texto: Ernesto Salazar.

Fray Bartolomé de las Casas












Protector de los indios y precursor de los derechos humanos.
Su contribución a la teoría y práctica de los derechos humanos puede apreciarse en su "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias" (mediados del siglo XVI) El siguiente párrafo puede dar una idea de los hechos que narra este libro: "Otra vez, este mesmo tirano fue a cierto pueblo que se llamaba Cota, y tomó muchos indios he hizo despedazar a los perros quince o veinte señores y principales, y cortó mucha cantidad de manos de mujeres y hombres, y las ató en unas cuerdas, y las puso colgadas de un palo a la luenga, porque viesen los otros indios lo que habían hecho a aquellos, en que habría setenta pares de manos; y cortó muchas narices a mujeres y a niños".